Claudio Cattoni Arriagada


cattoniEl 20 de Diciembre de 1990, el Cuerpo conmemoraba con su tradicional ceremonia de premiación la Constancia de sus voluntarios, al cumplirse un nuevo Aniversario de la fundación. A las 20:13 horas, un incendio de medianas proporciones movilizo al personal a un edificio esquina en las calles Moneda y Morande, donde ardìa el décimo piso. Aun no se apagaban los ecos de los comentarios de este siniestro cuando, a las 23:52 horas, nuevamente los bomberos fueron llamados a otro incendio, esta vez en el 5º Cuartel en las calles Catedral y Chacabuco, el fuego, con peligro de propagación, afectaba a un viejo inmueble ubicado en el número 3058 de la calle Catedral; el personal trabajaba desde la vereda al no poder ingresar por encontrarse el piso energizado; la multitud contempla el desarrollo del combate; arde la hoguera lanzando a lo alto el torbellino de chispas; flotan hacia el cielo ondulantes masas de vapores estampados de púrpura; surgen manojos de llamas envolviendo la vieja construcción; y en el fantásticotitilar de fulgores, crepitan los maderos en siniestros crujidos mientras la densidad asfixiante del humo arrastra empujado por el viento invade el ambiente. Claudio Cattoni, quien había participado activamente en la extinción de primer siniestro, también había concurrido prestamente al nuevo llamado del deber.

De pronto, el incendio cambia de rumbo y el derrumbe de una pesada cornisa sepulta a numerosos voluntarios bajo los escombros, causándoles lesiones de diversa consideración; ahora los pitines concentraban su trabajo en la extinción sobre el fuego del trágico derrumbe. El más grave de ellos era Claudio Cattoni, quien fue trasladado hasta la Clínica Dávila. De ahí en adelante se dio comienzo a un interminable peregrinar de los voluntarios de todas las Compañias, miembros del Directorio, compañeros de trabajo, amigos y familiares, testimoniaban el apoyo a sus familiares y a la Undécima, donde la congoja e incertidumbre hicieron elevar plegarias al Altísimo en espera de un milagro. Los esfuerzos médicos, su voluntad de vivir y los fervientes ruegos de sus compañeros de ideales, familiares y amigos resultan vanos, porque tras doce días de incansable lucha en la madrugada del 3 de Enero de 1991, dejo de existir, sumiendo en la amargura y el desconsuelo a todos quienes compartimos con el la vida de cuartel y el ideal de servir sin limitaciones. La operadora de la Central de Alarmas con una tenue y quebrada voz por la emoción y el dolor comunicaba el fallecimeinto del voluntario honorario de la Undécima Comañía Señor Claudio Cattoni Arriagada, nuevo mártir de la Institución, citándonos a las 0:30 hrs en la Clínica Dávida con uniforme de trabajo para ir a buscar el cuerpo de nuestro nuevo hèroe .

En medio de la oscuridad, y rodeado de un impresionante silencio que sólo era roto por el monótono caminar, se desplazó este acongojado cortejo a las 02:30 horas dde la madrugada, ante cientos de personas que en el trayecto, al rendirle tmbién su homenaje de admiración, se asociaban a nuestro hondo pesar, bajo un manto de titilantes estrellas que desde la bóveda celeste del firmamento desplazaba la capa de nubes que oscurecieron el cielo de esta aciaga noche, dando paso a la resignación y el consuelo. De pronto el silencio se vio sobrepasado por el gemido prolongado de la Segunda Compañia, la que en un lánguido susurro exteriorizaba su pesar sumándose al dolor que embargaba a la extensa comitiva, la que se aumentaba con autos y cientos de transeuntes que respetuosos caminaban a ambos lados del cotejo.

A los 33 años de edad, Claudio Cattoni, joven ingeniero, esposo y padre ejemplar, Fundador y primer Capitán de la “Squadra Giovanile”, incansable bombero, hombre que concurría a cada incendio y ejercicio en que era requerido, asistente a cada jornada deportivas y camarada de incontables jornadas en la Pompa Italia, fiel compañero y hombre de buenos sentimientos, nos privaba de su presencia corporal para siempre, pero no de su memoria, que sobrevivirá como un símbolo de entrega, abnegación y amistad entre quienes tuvimos el privilegio de ser sus compañeros de ideal.