Antonio Secchi Dachena

La noche del 14 de Noviembre de 1933 había gran afluencia de Voluntarios porque la Compañía estaba citada a Reunión para aprobar el presupuesto del año 1934.

A las 22 horas en punto, al verse proyectado el ciclo del fulgor de un gran Incendio próximo a nuestro Cuartel, el Capitán don Umberto Raglianti Bacci, sin esperar la alarma de la Comandancia, ordenó salir, lo que fue ejecutado en el acto, partiendo los Voluntarios con traje de civil para no perder tiempo dada la evidente urgencia.

El edificio incendiado era una barraca situada en la Alameda casi esquina de Libertad distante del cuartel de 300 a 400 metros aproximadamente, edificio de dos pisos y presentaba una de sus fachadas de 15 mts. Hacia la Av.  Bernardo O´Higgins y la otra por la calle Libertad. La superficie tenía la forma de dos rectángulos perpendiculares entre si formando ángulo recto que constituían la esquina de Alameda y Libertad.

En la fachada de la Alameda, frente a la cual suscrito presencio los hechos, se veían en el piso bajo algunos negocios cerrados a esa hora y un almacén de comestibles abierto pero abandonado por que el calor impedía entrar.

El interior del edificio estaba totalmente en llamas al llegar la Undécima, primera compañía que llego debido a la cercanía del cuartel.

Había ya un pequeño grupo de curiosos que algunos Carabineros tenían en orden porque el piquete mayor mandado por la comisaría todavía no llegaba.

El acceso a la barraca era sólo posible sino por una sola puerta cerrada por una cortina metálica sujeta abajo por un sólido candado. Según el acta de guardia el Teniente Wastavino y el Voluntario Antonio Secchi oyeron gritos de auxilio detrás de la cortina y Secchi intento el gesto desesperado de hundirla a golpe de hombro. Entre tanto el Teniente ordenó a los pitoneros inundar desde arriba para dar tiempo a Secchi de correr a la maquina situada a 30 mts. Frente al grifo para buscar un hacha con la cual rompió el candado pudiéndose así levantar la cortina. Empapado en agua y semi asfixiado apareció un joven del que se hicieron cargo los Carabineros. Llegaban entre tanto el personal de la comandancia que asumió el mando, otras compañías y refuerzos de policía.

Inmediatamente detrás de la cortina metálica, cerrada el paso un camión parcialmente en llamas y mas allá solo podía verse una enorme hoguera que invadía incluso el segundo piso; desde la calle se veía arder toda la fachada, menos el almacén que por estar abierto podía mantenerse bajo la acción de los pitoneros.

Llegando el comando y en vista de tratarse de un incendio de larga duración, el capitán Raglianti ordenó a los voluntarios hasta entonces vestidos de civil ir rápidamente al cuartel y vestir su uniforme de trabajo, haciéndolo por grupos sucesivos, Antonio Secchi iba en el primer grupo.

Veinte minutos después de iniciado el trabajo todos los voluntarios que estaban en el cuartel y otros que llegaron después estaban trabajando de uniforme en sus puestos en el frente de Alameda y en los edificios adyacentes. Persuadidos que en el interior había mas gente en peligro, el trabajo se hacia a corta distancia, casi bajo las llamas del segundo piso; el material de mangueras corría en parte por la vereda. Viendo el peligro, el comandante dio orden de retirar el personal y el material para atacar de flanco. Se estaba ejecutando la orden cuando aconteció el derrumbe de la fachada del segundo piso hacia la calle; el derrumbe sepultó a varios bomberos y a un carabinero, hiriendo a algunas otras personas mas cercanas al lugar del derrumbe.

En el acto se procedió a apagar los escombros que seguían ardiendo porque una gran parte se constituida de madera, pero el trabajo fue difícil por el hecho que las mangueras de la undécima y otras compañías habían quedado atrapadas no obstante, en pocos minutos los escombros quedaron inundados de agua y se pudo proceder a removerlos para sacar a los heridos, maniobra que fue obstaculizada porque los conductores eléctricos incluidos el material de construcción  producía peligrosas descargas.

En el salvamento participaron el comando y personal de todas las compañías; al cabo de 10 a 15 minutos todas las victimas fueron sacadas de debajo de los escombros.

El voluntario Dueville fue encontrado con contusiones en el dorso y región lumbar y fue trasladado al cuartel y quedo allí con asistencia medica.

El voluntario Antonio Secchi el cual, además, de la amputación traumática  total de un pie y de otras contusiones y extensas quemaduras, presentaba una herida con hundimiento de la región frontal del cráneo; la deformación traumática, la sangre y el barro que cubría el rostro, imposibilitaron su inmediata identidad porque el único voluntario próximo a el era Dueville que había sido trasladado a la Asistencia Publica.

Constatando que ya no quedaban victimas el Director de Compañía se trasladó a la Asistencia Pública donde por fin pudo establecerse la identidad del fallecido el que seguramente dada la gravedad de las lesiones craneanas ya estaba muerto cuando fue extraído de debajo de los escombros.

Así, procedió entonces a informar verbalmente sobre el hecho al Sr.Superintendente Sr. Capees y al Director de la 1era Compañía. Sr. Hernán Figueroa Anguita que llegaron a la Asistencia Publica momentos después, precediendo al Sr. Juez de turno, quien acordó la entrega del cadáver al suscrito Director de la Compañía. 

 

El Señor Comandante don Alfredo Santa Maria que había permanecido en su puesto en el incendio ordenó entonces el traslado de cadáver al Cuartel de la 11ª, en la calle Unión Americana.

A las 2 de la madrugada del día 15  el Señor Comandante en vista de que el siniestro estaba circunscrito dio la orden a la 11, de volver a su cuartel y los Oficiales de proceder a la instalación de la capilla ardiente y a la intención del publico, que no obstante la hora y conocer de la tragedia empezó bien pronto a invadir el local. Además hubo varios contusos menores que atender, mucho de los cuales habían vuelto al trabajo después de una primera curación provisoria efectuada por ellos mismos.

S.E: el Presidente de la Republica, don Arturo Alessandri Palma, También conocedor de los acontecimientos, envió de los primeros, en el curso de la misma noche sus expresiones de condolencia. A las 3 de la madrugada, se reunió el consejo de oficiales para organizar el servicio de atención del Cuartel y tomar los acuerdos protocolares. Nuestra casa estuvo continuamente visitada por delegaciones y publico en general y por lo tanto necesitaba permanentemente personal de asistencia. Puede decirse que durante más de veinte horas la compañía, en su totalidad estuvo de servicios permanente.

En la tarde del 15 de Noviembre los restos de mártir Antonio Secchi Dacchena fueron trasladados al salón de honor del Cuartel General por disposición de la Compañía.

Reunido el personal de voluntarios en el Cuartel, el suscrito pudo después informarse de otros detalles que en el primer momento no conoció; supo así que tanto Secchi como Duaville fuero encontrados con el pitón en la mano; el de Secchi tenia torcida la llave y cortada netamente la manguera a pocos centímetros de la conexión. Un poste de fierro del alumbrado público fue sin duda el que al caer sobre Secchi le causo la muerte y cortó la manguera a pocos centímetros. Quedo pues establecido que estos voluntarios, cuando el muro se derrumbaba, no abandonaron su pitón y trataron de salvar el material que habían recibido. Fue sin duda esta circunstancia la que les impidió salir del derrumbe, ya que otros debieron su salvación a que corrieron frontalmente hacia el fuego esquivando de ese modo el muro que caía a sus espaldas.

Me emociona como entonces, recordar la unanimidad con que la prensa junto con los retratos de Antonio Secchi y las informaciones del incendio, exalto en sentidos editoriales la labor del Cuerpo de Bomberos, dejando una vez mas de manifiesto cuando pasan en el sentir ciudadano las tradiciones de la institución bomberil que agrupa en torno al tricolor chileno bandera e ideales nacionales y extranjeros.

Los funerales constituyeron una grandiosa  manifestación de duelo a la que los Poderes Públicos, desde las más altas jerarquías, se asociaron enviando sus representantes; numerosos Cuerpos y Compañías de Provincia vinieron a exteriorizar su solidaridad agregando nutridas delegaciones al desfile de Voluntarios. El cortejo recorrió el trayecto hasta el cementerio, en medio de un público tan numeroso como pocas veces se ha reunido en la Capital; las flores que de todas partes caían sobre el ataúd eran como caricias que el alma ciudadana prodigaba al soldado obediente hasta la muerte al llamado del deber.

De pronto mientras se alejaba el carro mortuorio rodeado de banderas, la vieja campana de la Comandancia hizo oír su despedida con notas graves y temblorosas, espartano saludo funeral cuyos clamores de bronce derramados en momentos tan solemnes, estremecían el espíritu con apasionadas evocaciones de elegías y de himnos. Había así en aquellas manifestaciones de duelo algo triunfal, porque al despedir con ellas al caído, se quería dignificar y ostentar los principios porque cayo, y a la institución inspiradora del magnánimo sacrificio.

La decana de las Instituciones Italianas de Santiago, la sociedad de “Mutuo Socorro Italia”, pidió y obtuvo que le fueran confiadas sus cenizas para guardarlas en es recinto, santificado por las oraciones y las lagrimas de tres generaciones; quiso darle en su mausoleo un sitio de elección, expresando así un homenaje al hijo de su sangre nacido en Chile y al Bombero, esto es, militante de una de las mas genuinas creaciones nacionales, cristalización magnifica de la nobles virtudes del alma Chilena.

Claudio Cattoni Arriagada

El 20 de Diciembre de 1990, el Cuerpo conmemoraba con su tradicional ceremonia de premiación la Constancia de sus voluntarios, al cumplirse un nuevo Aniversario de la fundación. A las 20:13 horas, un incendio de medianas proporciones movilizo al personal a un edificio esquina en las calles Moneda y Morande, donde ardìa el décimo piso. Aun no se apagaban los ecos de los comentarios de este siniestro cuando, a las 23:52 horas, nuevamente los bomberos fueron llamados a otro incendio, esta vez en el 5º Cuartel en las calles Catedral y Chacabuco, el fuego, con peligro de propagación, afectaba a un viejo inmueble ubicado en el número 3058 de la calle Catedral; el personal trabajaba desde la vereda al no poder ingresar por encontrarse el piso energizado; la multitud contempla el desarrollo del combate; arde la hoguera lanzando a lo alto el torbellino de chispas; flotan hacia el cielo ondulantes masas de vapores estampados de púrpura; surgen manojos de llamas envolviendo la vieja construcción; y en el fantásticotitilar de fulgores, crepitan los maderos en siniestros crujidos mientras la densidad asfixiante del humo arrastra empujado por el viento invade el ambiente. Claudio Cattoni, quien había participado activamente en la extinción de primer siniestro, también había concurrido prestamente al nuevo llamado del deber.

De pronto, el incendio cambia de rumbo y el derrumbe de una pesada cornisa sepulta a numerosos voluntarios bajo los escombros, causándoles lesiones de diversa consideración; ahora los pitines concentraban su trabajo en la extinción sobre el fuego del trágico derrumbe. El más grave de ellos era Claudio Cattoni, quien fue trasladado hasta la Clínica Dávila. De ahí en adelante se dio comienzo a un interminable peregrinar de los voluntarios de todas las Compañias, miembros del Directorio, compañeros de trabajo, amigos y familiares, testimoniaban el apoyo a sus familiares y a la Undécima, donde la congoja e incertidumbre hicieron elevar plegarias al Altísimo en espera de un milagro. Los esfuerzos médicos, su voluntad de vivir y los fervientes ruegos de sus compañeros de ideales, familiares y amigos resultan vanos, porque tras doce días de incansable lucha en la madrugada del 3 de Enero de 1991, dejo de existir, sumiendo en la amargura y el desconsuelo a todos quienes compartimos con el la vida de cuartel y el ideal de servir sin limitaciones. La operadora de la Central de Alarmas con una tenue y quebrada voz por la emoción y el dolor comunicaba el fallecimeinto del voluntario honorario de la Undécima Comañía Señor Claudio Cattoni Arriagada, nuevo mártir de la Institución, citándonos a las 0:30 hrs en la Clínica Dávida con uniforme de trabajo para ir a buscar el cuerpo de nuestro nuevo hèroe .

En medio de la oscuridad, y rodeado de un impresionante silencio que sólo era roto por el monótono caminar, se desplazó este acongojado cortejo a las 02:30 horas dde la madrugada, ante cientos de personas que en el trayecto, al rendirle tmbién su homenaje de admiración, se asociaban a nuestro hondo pesar, bajo un manto de titilantes estrellas que desde la bóveda celeste del firmamento desplazaba la capa de nubes que oscurecieron el cielo de esta aciaga noche, dando paso a la resignación y el consuelo. De pronto el silencio se vio sobrepasado por el gemido prolongado de la Segunda Compañia, la que en un lánguido susurro exteriorizaba su pesar sumándose al dolor que embargaba a la extensa comitiva, la que se aumentaba con autos y cientos de transeuntes que respetuosos caminaban a ambos lados del cotejo.

A los 33 años de edad, Claudio Cattoni, joven ingeniero, esposo y padre ejemplar, Fundador y primer Capitán de la “Squadra Giovanile”, incansable bombero, hombre que concurría a cada incendio y ejercicio en que era requerido, asistente a cada jornada deportivas y camarada de incontables jornadas en la Pompa Italia, fiel compañero y hombre de buenos sentimientos, nos privaba de su presencia corporal para siempre, pero no de su memoria, que sobrevivirá como un símbolo de entrega, abnegación y amistad entre quienes tuvimos el privilegio de ser sus compañeros de ideal.

Carlo Giaverini Faúndez

El 7 de Junio de ese fatídico año 1991, nuevamente el dolor y la incredulidad invaden el corazón, y la mente de los voluntarios de la “Pompa Italia”. Carlos Giaverini Faundez, compañero leal, amistoso, siempre dispuesto a servir, sin importar condición ni circunstancia, siempre presente para colaborar en forma espontánea en lo que fuera requerido, concurrió por propia voluntad, como siempre lo hacia en los actos, del servicio, a un ejercicio dispuesto por el Cuerpo de Bomberos de Santiago para el programa de televisión «Sábado Taquilla» de TVN, al interior del Parque O’Higgins, en que participaban la 7ª. Y 11ª. Compañías. El reloj marca las 10:00 am. y el timbre anuncia la partida de nuestra máquina para dirigirse camino al Parque O’Higgins. Carlo, que venía llegando, no alcanza a tripular y decide tomar un taxi para dirigirse al lugar del ejercicio.

La actividad bomberil se desarrollaba con normalidad, pero de pronto un percance suspende su prosecucuion al trabarse el ascensor de la escala mecánica de la 7ª Cia. Carlo Giaverini, como siempre, concurrió a ayudar a solucionar el problema. El ascensor que se encontraba a una altura de aproximadamente cuatro metros, con dos voluntarios en su interior, se destrabo repentinamente cayendo pesada y violentamente sobre Giaverini, causándole lesiones de tal gravedad cayendo mortalmente herido, mientras llega la ambulancia, se le practica respiración artificial, arrebatándose momentaneamente de la muerte.

A las 11:30 hrs es ingresado al Instituto de Neurocirugia; todo lo que era paz y quietud ha sido quebrantado por este cruel accidente; la familia Oncina y todo el Cuerpo de Bomberos de Santiago se opone con entereza, temor y mucha esperanza a esta nueva y desigual batalla en la cual se enfrentaban la ciencia y la muerte. Pasan las horas, y las heridas mortales son irrecuperables, a las 16:50 hrs. ya todo era todo inútil, el dolor, la desesperación nuevamente se han perpetuado en nuestra Compañía, la que esta vez ve desaparecer a un bombero de excepción. Carlo Giaverini, un voluntario de 59 años de edad, y que pocos días antes, el 3 de Junio había recibido su Premio de Constancia por 5 años de servicios en la Compañía, caía victima de su voluntad de servir, constituyéndose en el tercer mártir de la Pompa Italia y el 40º en la lista de Honor del Cuerpo de Bomberos de Santiago.

Pero el trágico destino agregaría una nota adicional al fallecimiento de Carlo Giaverini, puesto que tanto el hijo de este, como el padre de Claudio Cattoni, eran también, bomberos de la Undécima, lo que llevo al Director de la Compañía de aquella época, Adolfo Croxatto Ornano, al momento de despedir los restos mortales, de Carlo Giaverini Faúndez, a decir emocionado:

“Consternada, sin poder comprender tanta fatalidad, la Undécima Compañía de Bomberos de Santiago “Pompa Italia”, llega a despedir los restos mortales de uno de los suyos, Carlo Giaverini Faundez, Mártir de la Institución. En poco mas de cinco meses, la Undécima ha visto inmolarse a dos dilectos voluntarios; la comunidad italiana a dos de los suyos, que llevan su sangre y, además, a un padre perder a su hijo y a un hijo perder a su padre”.

Como escribiría el voluntario y ex capitán José Oneto Escudero así es el bombero; fanático de sus ideales, les consagra incluso la vida. Amado por los más, incomprendido por algunos, guarda como un prvilegio el sacerdocio del debe, apóstol que, como los otros, necesita, para ejercerlo el estímulo de su vocación. Mitad hombre de trabajo, militar; como ciudadano de la vieja Roma, que aunque vitiera de civil la túnica pretexta o la purpurada toga senatorial, era un soldado pronto a dejar el martillo o el foro para combatir en la legión; así el bombero, cualquira sea la actividad con que se gane su vida, distribuye su misión permanente en esta doble calidad que lo transforma en un instante, reemplazando sus instrumentos de trabajo por armas de combate, siempre atento al llamado a que ha ofrecido la tranquilidad de su vida.